Espectadores, también protagonistas

Actores inconsultos de historias reales alejados de cualquier ficción, aunque de pronto pueda parecerlo.

Espectadores y protagonistas obligados de una película cuyo final absolutamente incierto puede dejarnos a cualquiera como el partícipe  de la desgracia,  víctimas o victimarios  del contagio virulento del dolor o la desesperanza.
Animadores y comediantes que podemos ver detrás del escenario, con el increíble desconcierto de no conocer a los directores de esta obra, aunque sí sospechar de quiénes se trata.   

Verdades, indicios y deducciones abandonan los escritorios donde yacían ocultos y dejan al descubierto los efectos directos del orgullo y el egoísmo pertinaz de quienes se resisten a deponer su actuación, aunque el dolor y la muerte clamen por silenciosa piedad.

Otras voces empiezan a sumarse pidiendo a las conciencias atormentadas el merecido espacio para sanar a bajo precio, dando miles de muestras cabales de alternativas para una vida más sana e igualitaria, que esta vez solicita por dos derechos fundamentales, nada más ni nada menos que a la vida y a la salud.   

Humanos hermanos están cayendo abatidos por la enfermedad, la angustia y el dolor, y aunque puedan no estar cerca de nosotros, son igualmente mi prójimo.
Aparece imprescindible cada compromiso individual sumando el ferviente deseo de un bienestar para todos, la convicción de que solamente estaremos mejor, si todos contamos con alternativas para estarlo.

Quien sufre es mi prójimo.

La humillación se siente en el aire cuando los hombres piden comida, sumidos en el dolor de querer disimular la vergüenza que sienten contando todo lo que hacían antes del aislamiento.

Los barbijos atenúan los gestos fruncidos, pero los ojos se muestran húmedos inocultables. La diferencia sustancial entre pedir y valerse por propios medios, describe indisimuladamente la fuerza de voluntad que hay que tener para mantener la frente erguida. A muchos humanos hermanos la miseria por un lado y el miedo al contagio por el otro los ha puesto entre la espada y la pared, y de verdad que en este contexto el desconcierto se hace eje y la confusión peligrosa directriz.

La pandemia nos encerró con rejas invisibles alimentadas por el miedo, y sin embargo también en muchos casos hizo descubrir bien próximo al prójimo y al prójimo bien próximo, uniéndonos a todos como necesitados de encontrar respuestas a interrogantes que parecían dormir ocultos.

Sabiamente Allan Kardec nos enseña que la verdad es relativa, y que por esto la ‘salvación’ sólo puede encontrarse en la práctica de la caridad, porque es el servicio el que siempre,  más allá  de toda circunstancia, trae alivio, sanación y esperanza.

Gracias a Dios existen científicos, médicos, enfermeros, en su gran mayoría mujeres y hombres de bien, que con un coraje fuera de lo común se animan a riesgo de sus propias vidas a mostrarnos soluciones reales, científicas y a muy bajo costo, afirmando que es posible el final de esta película con menos víctimas y menos dolor.

Oremos y roguemos juntos, con la mayor humildad a nuestro alcance, para que esta vez y para siempre no sean el orgullo y el egoísmo los dueños de la última palabra. El interés calculador y materialista se nutre y alimenta de esto que nos aflige tanto.

Definitivamente la solución está en manos de la bondad y será ella quien podrá liberarnos de esta pandemia.

Podrán decirnos soñadores, pero sabemos que no somos los únicos… 

Raúl Kasiztky

Sociedad Espírita “Te perdono”

Centro Educativo Integral “Camino a la Casita”