El sábado 3 de septiembre de 2011, Divaldo Pereira Franco, ofreció una cálida y emotiva conferencia en la Sociedad Espiritista Te Perdono de la ciudad de La Plata. Compartimos, a través de este medio, la transcripción de su disertación de aquella tarde inolvidable.
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En un ambiente de mucha emoción, amoroso respeto y gratitud, el apreciado amigo Divaldo comenzó su conferencia expresando que se encontraba sensibilizado por el gesto de cariño, realizado momentos antes, que le significó el acto de la inauguración del aula que lleva su nombre: Salón Divaldo Pereira Franco, destinado al desarrollo de las clases de oficios que se dictan en la Sociedad Espírita Te Perdono para los niños de La Casita del Camino.
Divaldo agradeció la mención diciendo que reconocía no merecer esa distinción, y que, sin embargo, al aceptarla ello constituirá para él un motivo de estímulo para llegar a la etapa del final de su existencia con paz y con profunda gratitud a la Divinidad.
A continuación, Divaldo dio inicio a su disertación.
“El notable pensador inglés Thomas Hart, escribió hace 280 años, que el hombre contemporáneo, por lo tanto de su tiempo, había perdido la dirección de Dios y que por eso se encontraba profundamente infeliz.
Por su parte, Carl Gustav Jung estuvo examinando la realidad de la criatura humana y dijo que el ser humano es un ser profundamente religioso, que en la raíz de sus conflictos y de sus necesidades está la presencia de una búsqueda de la Divinidad y de una fe religiosa profunda.
Vivimos un momento muy paradoxal, en que la criatura humana ha conseguido indagar acerca del macro y del microcosmos y si embargo aún no tuvo coraje para realizar un viaje hacia adentro para interpretar los enigmas de su existencia.
Tradicionalmente se encuentra en la Tierra en la búsqueda de la felicidad.
La felicidad según la filosofía antigua debe constituir la meta, la aspiración máxima del ser humano para que pueda disfrutar de un objetivo, la razón de su vida y que, naturalmente, al encontrarla irá a tranquilizarse, manteniendo una vinculación cósmica que lo hará sentirse totalmente pleno.
Para que eso fuera posible, los filósofos griegos intentaron establecer qué es la felicidad. Para Epicuro, el padre de la escuela hedonista, la verdadera felicidad es tener, poseer, porque aquél que posee, compra y cuando compra disfruta. La felicidad hedonista es por lo tanto ese placer de disfrutar, de gozar, de sentirse pleno de esa manera.
Sin embargo a medida que el pensamiento epicurista tomó parte de la cultura griega, se dieron cuenta los que pertenecían a la escuela epicurista, que este placer es sensorial: comer, dormir, practicar el sexo. Pero si una persona come mucho, no se queda feliz, tiene indigestión, y aquel que duerme demasiado tampoco será feliz, porque queda sin energía para sus actividades. En tanto quien disfrute mucho del sexo, solo con placer como meta, invariablemente permanece atormentado.
Si la felicidad no es tener, preguntaba Diógenes, otro pensador griego, ¿qué será la felicidad?.
Diógenes, el cínico, elucidaba que la felicidad era no tener nada, porque todo aquel que posee tiene miedo de perder la posición del poseedor. Entonces, él preconizaba que la felicidad es no tener nada, y consideraba que la vida tiene sentido al experimentar las realizaciones humanas de acuerdo con la forma en que se presentan.
Estando él en Atenas e intentando dialogar con una estatua, alguien que pasaba le preguntó: – Diógenes, ¿estás hablando con una estatua?. – O sí, respondió. – ¿Pero no sabes que ella es de piedra y que las piedras no hablan?. – Sí, también lo se, es que estoy entrenándome con el silencio de las piedras para encontrar paciencia ante la estupidez humana.
Era la forma en que Diógenes presentaba su concepto al respecto de la felicidad.
Oportunamente cuando estaba en Corinto, recibió la visita del gobernador de la isla, quien cuando llegó le trajo la noticia que Alejandro Magno de Macedonia, que hubiera conquistado el mundo conocido, mandó a solicitar al gobernador de Corinto que llevara a Diógenes hasta su galera.
Ese hombre que dominara la Tierra lo mandaba a llamar, y Diógenes después de meditar dijo: – Pero yo no tengo voluntad de conocerlo a él. Y el gobernador le dijo:
-Diógenes, ese es el hombre más poderoso de la Tierra y quiere conocerte.
-¿Cuál es la diferencia?, yo no le quiero conocer, respondió, que venga él aquí.
– Pero él puede destruir Corinto… le dijo.
Y Diógenes respondió: – ¡Qué maravilla sería!, así no tendríamos que preocuparnos por nada.
El gobernador se vio obligado de informar a Alejandro Magno que Diógenes no iría a verlo. Y para sorpresa de todos, Alejandro fue con sus generales a visitarlo.
Diógenes estaba en la periferia de la ciudad, en una casa miserable, y cuando llegó este hombre extraordinario, se paró en la puerta y le dijo: – Diógenes, vengo a regalarte la mitad del mundo. Yo soy tu discípulo, me gustan tus teorías y vengo a decirte que en la condición de conquistador de la Tierra, te invito para que vengas a mi lado a disfrutar de la mitad del mundo.
Y Diógenes que estaba escribiendo en el polvo de la tierra, se levantó, lo corrió a un lado para decirle: – Señor, no me quites aquello que no me puedes brindar.
Alejandro comenzó a preguntarse que le estaría pasando a este miserable que sin tener nada, no acepta lo que le doy. Entonces se dio cuenta que mientras estaba parado en la puerta, le estaba tapando a Diógenes la luz del sol, la que él mismo no podría regalarle.
Dos años después muere Alejandro Magno, a los 32 años, y Diógenes prosigue la trayectoria.
Entonces la felicidad, ¿estaría en no tener nada…?.
En realidad el no tener nada es preocupante, porque si existe el hecho de tener miedo sobre lo que se posee, ay de aquellos que son esclavos de todo lo que no tienen.
El Espíritu Juana de Ángelis dice que son aquellos que hacen de la felicidad una condicional, yo solamente seré feliz cuando… me case, cuando tenga esto, cuando consiga aquello. Yo seré feliz si todo sale bien, y entonces allí está la condicional. Hay personas que son esclavas de esta condicional y que no teniendo nada pierden la oportunidad, condicionándose a algo que nunca tendrán.
Entonces, la felicidad no es tener ni dejar de tener. ¿Qué sería la felicidad?.
El maestro Zenón de Citio estableció que la felicidad resulta de la superación del miedo. El ser humano tiene miedo a la muerte, a la pérdida de trabajo, a la traición, a las enfermedades, y es necesaria una actitud estoica delante de la vida para enfrentar los problemas, las dificultades.
A partir de este momento Zenón predica el estoicismo. Cuando el ser humano es capaz de dominar el dolor, de superar las expectativas, en ese momento el ser humano logra la verdadera felicidad.
La escuela estoica de Zenón, aún noble, no ha logrado hasta hoy la plenitud. Porque cuando nos preocupamos de vencer las dolencias, los dolores físicos, estamos tensionados con ellos y normalmente si vencemos un tipo de dolor orgánico, ¿cómo vencer la ausencia de un ser amado que la muerte nos arrebató, cómo soportar la traición de un ser querido que nos frustró profundamente el alma?.
Entonces el estoicismo, también predicado por Séneca, que se quitó la vida suicidándose, pasó a una categoría secundaria.
¿Qué sería la felicidad? No es tener, ni dejar de tener. La felicidad no es esta actitud ante la vida, decía Sócrates.
La verdadera felicidad resulta de tres factores esenciales: una conciencia tranquila, un carácter digno, bello, y una conducta saludable. Cuando se tiene una conducta correcta, se tiene una forma de vivir digna, se posee la verdadera conciencia de tranquilidad.
Posteriormente, 2200 años después de Sócrates, Carl Gustav Jung tendrá oportunidad de decir que la verdadera conciencia es el momento cuando el ego se hunde en el self, y este self tiene el conocimiento profundo de todos los contenidos psíquicos.
Era la tesis de Sócrates, que predicaba la ética moral. La verdadera felicidad resulta de una ética de comportamiento, y decía que es necesario tener un objetivo psicológico en la vida.
La vida en la Tierra, predicaba el padre de la filosofía occidental, es el resultado del mundo de la ideas, ese mundo que Platón llamaba eidos, de dónde venimos, para dónde retornamos.
Gracias a la certeza de la inmortalidad del alma, es que Sócrates afirmaba ser orientado por un daemon, un ser espiritual que le guiaba en todos los pasos; su ética era sofista, era dialéctica. No se preocupaba en decir palabras para enseñar, sino que intentaba confundir a sus discípulos, para que ellos arrancaran desde lo íntimo el conocimiento, porque decía que es necesario educar y la palabra educar proviene de ‘educere’, que quiere decir arrancar de adentro.
El espíritu trae el conocimiento del mundo de las ideas, y en su peregrinaje por la Tierra tiene que concientizarse de ese conocimiento.
Sócrates fue acusado de estar pervirtiendo a la juventud, no desde un punto de vista moral, en el momento en que Atenas estaba bajo la dominación de 70 tiranos. Lo acusaban de predicar que el ideal de la Tierra es la libertad, libertad de conciencia, libertad de palabra, libertad de acción, para eso era necesario que la juventud se rebelara en contra de la dictadura de los 70 tiranos. Eso fue considerado como un acto de rebeldía y él fue llevado al tribunal.
El discurso de Platón, explicando ese diálogo de Sócrates delante del tribunal, es una de las piezas de oratoria más bellas de la humanidad.
En determinado momento del juicio, el juez le dice: – Sócrates, yo te condeno a la muerte. Y él se puso a reír, y dijo: – Señor, meritísimo, cuando todos nacemos, ya nacemos condenados a la muerte. Ud. no está realizando nada de sorprendente. – Pero yo puedo decidir el momento de tu muerte, y establecer la hora en que debes morirte. Y Sócrates le dice: – Así será. Y fue llevado a la cárcel.
Estando en la cárcel tranquilo, uno de sus discípulos, Critón, fue a visitarlo. Delante de su maestro, el discípulo deslumbrado le dijo: – Maestro, aquí estoy para libertarte, nosotros vuestros alumnos, nos reunimos, tomamos las joyas de nuestras familias y sobornamos al guardia. (Ya había soborno político en aquel entonces, imagínense hoy). Entonces el guardia dejará abierta la puerta de la celda y tú te evadirás. Te recibiremos afuera y continuarás predicando para nosotros sobre la libertad, la dignidad, sobre valores ético-morales.
Y Sócrates le dijo: – Critón, qué mal filósofo eres tú. Tú crees que yo estoy retenido, encarcelado?. – Es obvio maestro, aquí están las paredes, ahí está la reja de hierro, estás encarcelado. – Oh Critón… yo soy libre. Encarcelado encuéntrase aquel que tiene vicios, porque donde va, sus vicios están con él. Yo soy libre, porque donde va mi pensamiento también voy yo. Tranquilízate, Sócrates no huirá. – Pero maestro, mañana te irán a matar!. – A mí?, contestó Sócrates, Critón yo soy mortal, irán a romper la ropa, el traje, pero yo viviré… Qué mal filósofo eres tú!. Cómo puedes creer que yo concuerde con un soborno para después ir a predicar dignidad, vete!. Y dile a mis discípulos que yo permaneceré fiel hasta el fin.
Al día siguiente, cuando estaba en el patio del presidio y vino el soldado trayéndole un vaso de alabastro con cicuta para matar a diez caballos, el guardia se sintió emocionado con este hombre extraordinario y le dijo: – Maestro, todavía tienes una hora. Y Sócrates, sonriendo, contesta: – Una hora es tan poco para quien tiene la eternidad… Y tomando el vaso comenzó a sorberlo.
Cuando estaba ya en ese momento de perturbación psíquica, Critón salió del medio de la muchedumbre, se puso de rodillas a sus pies y le dijo: – Maestro, dónde sepultaremos tu cadáver?. Y Sócrates, sonriendo dijo: – El cadáver…, tíralo fuera, en cualquier lugar, porque Sócrates no estará dentro de él, ya no más. Y no te olvides de pagarle un gallo a Asclepios (Esculapio) que le quedé debiendo. Cabe recordar que Asclepius era el dios de la medicina y él le había prometido un gallo en un momento de enfermedad.
Sócrates no se ha muerto, entró a la eternidad. Se pasaron 2380 años aproximadamente y aquí está él en su memoria. Si yo preguntara el nombre de uno de los 70 tiranos, nadie lo sabe porque la historia no lo registró.
Entonces, ¿qué sería la felicidad?. La felicidad es ser, tener, no tener,?.
De acuerdo con el pensamiento socrático-platónico la verdadera felicidad es ser, realizar un viaje interior para encontrar su realidad íntima, y transformarla en un sol, donde haya siempre calor, donde haya vida.
Los mitólogos son unánimes en afirmar que en la historia mitológica podemos encontrar todos los arquetipos de la humanidad. Haciendo un estudio contemporáneo de la obra de Carl Gustav Jung iremos a observar, como también en Freud, que ellos utilizaron la mitología para encontrar en nuestro inconsciente profundo las señales de nuestras experiencias pasadas.
Y es exactamente en la mitología en la que nos iremos a detener para pensar, de acuerdo Tiresias, el notable filósofo y profeta griego que era ciego, y siendo invidente tenía una clarividencia extraordinaria, que cuando se reunieron Cefiso y una gran diosa para la comunión matrimonial, Tiresias pudo prever que iba a nacer de ese matrimonio un niño que sería el espécimen más bello de la humanidad, por donde estuviera despertaría sentimientos múltiples, pasiones, arrebatamientos. Pero una fatalidad, como una espada de Damocles estaba por encima de su cabeza, estaba presta a caer. Nunca podría verse su rostro. Gracias a eso nació Narciso.
Narciso era de una belleza incomparable, desde chiquito las personas se apasionaban por él. A medida que creció, en la segunda infancia, en la adolescencia, fue dominado por la soberbia por tener personas, hombres y mujeres apasionados por él, y él totalmente indiferente. Con este sentimiento de orgullo, de indiferencia por las demás criaturas humanas, despertó la contrariedad de Némesis, la diosa poderosa, que un día cuando estaba de cacería en un bosque, la diosa lo inspiró para seguir hacia un lago, y entonces por primera vez Narciso vio su imagen reflejada en el lago y se deslumbró.
Era el encuentro con la proyección de su personalidad, su self. Su ego, que era su sombra, era la proyección y entonces al verse hace que se apasione por su imagen, no se alimenta, así van decreciendo sus fuerzas y se muere.
Los dioses se quedaron dominados por una gran tristeza, y las ninfas rogaron a Zeus que compensara a la tierra con la presencia de algo semejante de Narciso. Dice la mitología que donde él murió nació una planta verde, con una flor blanca, lidial, llamada Narciso, en homenaje a ese ser mitológico extraordinario. Empero, lo que es más fascinantes es que un día las ninfas se reunieron y de tanto oír hablar de Narciso, fueron a preguntar a las aguas: – Vosotras que contemplaste a Narciso, qué nos podréis decir, era tan bello como dice la tradición?. Y las aguas dijeron: – Oh no… no sabemos, mientras él se miraba en las aguas, nosotras nos mirábamos en sus ojos. Las aguas también eran narcisistas.
Este sentimiento de narcisismo lo tenemos todos, que podemos llamar la ilusión, esta ilusión de una felicidad narcisista, que es responsable por tantos conflictos de la criatura humana.
A la vez, aproximadamente en el año 580 antes de Cristo, nace en el sur de India un muchacho que es heredero de un imperio, se llama Siddharta Gautama. Recibe el imperio de sus ancestros y como sus padres lo amaban demasiado, hacen de todo para que él no tenga nunca sufrimientos. Construyen un palacio extraordinario, colocan murallas en su alrededor, bosques fantásticos con aguas cantantes, jardines, placeres, y Siddharta es criado en este lugar fabuloso, ideal, hasta llegar a la edad adulta.
De acuerdo con la tradición hindú, a los 14 años se casa, posteriormente se hace padre, y las fiestas, los banquetes, las alegrías son tan continuas que Siddharta es aparentemente feliz.
Hasta que un día, siente algo de melancolía y en ese sentimiento de tristeza llama a un esclavo, a quien mucho amaba, y le pregunta: – ¿Qué pasa más allá de las murallas, será la vida todo esto, qué es esto…?. – Es una ilusión Señor, le contestó, es una fantasía, la vida no son las sonrisas, los placeres, estas cosas de todos los días… -¿Y cómo yo podría saber lo que pasa con el pueblo, con mis súbditos…?. El esclavo le propone huir, discretamente por una parte de la muralla.
Y llegado el día, en un caballo fantástico de nombre Kantak, parte Siddharta Gautama, conducido por su esclavo y va a una aldea. Era una aldea festiva, la gente pobre se mezclaba con aquellos que eran vendedores y compradores. Súbitamente el esclavo lo lleva a los alrededores, donde Siddharta ve a personas con heridas, ulceradas, señaladas por dolores terribles, la máscara del sufrimiento en la faz, y le pregunta al esclavo: – ¿Qué es esto?. – Señor, es la dolencia, el cuerpo es constituido de un material que se queda podrido con mucha facilidad, un pinchazo con un alfiler puede destruir la estructura del ser humano. Es la enfermedad, señor, es la dolencia. Y Saddharta se puso más triste. El muchacho lo llevó hacia delante donde estaban personas ancianas, sentadas, lamentándose. Y Siddharta preguntó: – ¿Quiénes son?. – Son personas ancianas, señor, aquellos que no tienen la visita de la enfermedad a medida que la vida pasa se quedan viejos, desgastados, sufrientes, es el período más difícil de la vida. Y Siddharta se quedó aún más triste. Llevándolo hacia delante, hacia el río Ganges, Siddharta ha visto hogueras y preguntó: – Eso, ¿qué es?. – Es la muerte, señor, todo lo que nace, muere y todo lo que muere se descompone, se destruye. Siddharta fue dominado por una angustia tremenda y cuando retornó al palacio, él ya no fue el mismo.
Se pasaron los meses y él decidió abandonar ese mundo de fantasías, de ilusiones. Transfirió el poder para su mujer, sus hijos, su suegra, y con un grupo de amigos partió hacia las montañas del Himalaya, para poder meditar en un monasterio.
En el monasterio decían los maestros que es necesario vencer el cuerpo, las exigencias de la materia, es necesario dominarla, y por doce años Siddharta Gautama intentaba controlar los impulsos, negarlos, combatirlos, hasta que percibió que cuanto más combatía las tendencias perturbadoras, más fuertes se hacían las tentaciones.
Entonces, resolvió abandonar todo y salió por las carreteras de la India, hasta encontrar un árbol bodia, un árbol de la sabiduría, se puso en postura de lotus y al revés de negarse a sí mismo, comenzó a enfrentarse mirar su realidad interior, viajando hacia adentro, cuando entonces se iluminó y a partir de ese momento se hizo Buda. Se levantó, tenía una luminosidad peculiar en la cara. En una oportunidad alguien le preguntó: – Señor, sois Dios…?. – No, contestó. – Entonces, sois un ángel?. – Tampoco lo soy, por qué me preguntas?. – Porque estáis iluminado señor. – Porque estoy consciente de mi realidad, porque me conozco a mí mismo, entonces estoy iluminado.
Y marchando con todos aquellos que se acercaban a él, fascinados por esta belleza y esta paz que de él se exteriorizaba como un magnetismo, él llegó al parque de las gacelas y colocándose de pie comenzó a decir: – Todo es sufrimiento, la vida es una sucesión de sufrimiento. Y comenzó a cantar las cuatro nobles verdades de la doctrina que iría a tener los fundamentos de su vida.
Ya que todo es sufrimiento, hay un sufrimiento del sufrimiento. Qué peculiar, una enfermedad es un sufrimiento, y el dolor que la enfermedad produce es el sufrimiento del sufrimiento.
Ya que hay ese sufrimiento colectivo de todos los archivos de nuestras actitudes, la segunda noble verdad entonces es: libertarse uno del sufrimiento. Pero cómo hacer para libertarse del sufrimiento?.
Entonces viene la tercera noble verdad, cuando por ejemplo el arquero tira la flecha, no se la puede detener. Ella va en dirección del árbol, y allí entonces se clava, en el lugar para donde estaba dirigida. Son nuestros actos, somos arqueros de nuestras experiencias, estamos tirando flechas en todas las direcciones, es necesario saber conducirlas.
Y la cuarta noble verdad es: encontrar los fundamentos básicos para la liberación del sufrimiento. Y propone ocho reglas fundamentales para conseguirlo, entre ellas: Primero: amar, amar profundamente, con fidelidad. Segundo: hablar correctamente. Tercero: pensar correctamente. Cuarto: perdonar totalmente…
Así, de esa manera, por medio de los ocho propósitos libertadores, la criatura humana encuentra su iluminación.
Narra ahora el mito creado al lado de Buda, que Maia, la ilusión, cuando se dio cuenta que la Tierra estaba con este hombre que era la realidad, la realidad del sufrimiento, Maia mandó a sus tres hijas para seducirlo, y las tres comenzaron a bailar desnudas y al revés de sentirse atraído por su sensualidad amándolas, sintiendo compasión, consiguió hacer que se deshicieran. Entonces, Maia tomó un disco para lanzarlo e insertarlo en su cuello y él se movió y el disco rompió una montaña.
Es la parte mitológica de la historia de Siddharta Gautama. Cuando los dioses percibieron que él era la realidad, lo invitaron para que fuera al Nirvana para que no se quedara en la Tierra y Siddharta se negó, porque sabía que quedándose en la Tierra podría contribuir para la felicidad humana.
Y dice el mito que luego de aquel momento a los 80 años se murió y una hoguera espontáneamente comenzó a arder, y hubo una lluvia de flores bendiciendo el momento en que Siddharta penetraba en el Nirvana.
Estamos delante de otro ángulo de la felicidad, ¿qué felicidad sería ésta de Buda de la autoiluminación?
Vivimos un período en que la verdadera felicidad es poseer y aquellos que son poseedores, son portadores de conflictos, de tremendos conflictos. Y todos aquellos que están en esta búsqueda de placeres, de goces, tienen stress, como iría a explicar Hans Selye, el autor de la palabra de stress, que en 1936 acuñó la palabra para traducir ese cansancio, esa indisposición resultado de una labor extenuante.
El stress ha tomado cuenta de la sociedad. Vivimos en una sociedad estresada, una sociedad señalada por el desequilibrio, rica de cultura, de academias, de intelectualismo, de teorías fantásticas y pobre de sentimientos, pobre de paz, pobre de armonía.
La búsqueda de la felicidad debe partir de una actitud interior de la criatura humana, como afirmaba muy bien Jung: El ser humano que no consigue un sentido psicológico para su vida, no consigue vivir.
Viene el Espiritismo y nos dice que nuestro sentido de la existencia humana es la conquista de nuestra inmortalidad. Somos seres inmortales, estamos transitando en un cuerpo físico, vinculados por un periespíritu, el modelo organizador biológico, que se encarga de plasmar en la materia aquello que realizamos de orden emocional, de orden psíquico, aquello que realizamos por intermedio de nuestros actos.
Y qué es este Espiritismo?. Allan Kardec, el notable codificador de la doctrina, dice que el Espiritismo es una ciencia que estudia el origen, la naturaleza y el destino de los espíritus y las relaciones que hay con el mundo corporal.
Es decir que es una ciencia experimental, que fue presentada el 18 de abril de 1857, un sábado en París, en el período de la ciudad luz, cuando las academias despiertan para el materialismo mecanicista, casi en el mismo período, un poco después, que Karl Marx presentó su ‘Manifiesto comunista’ y estableció que la religión es el opio de las masas, surge el Espiritismo como una doctrina de averiguación científica, fundamentada en la experiencia de los hechos.
Los hechos son de fundamental importancia, porque el señor Allan Kardec, seudónimo del admirable maestro y educador, pedagogo, Hipólito León Denizard Rivail, establece que es necesaria una doctrina profunda para conducir a la criatura a una religión.
Cuando hablamos de religión no nos referimos a la ortodoxia ancestral, a una organización política religiosa económica, sino al significado de la palabra latina ‘religare’: volver a ligar a la criatura con Dios, por medio de una unión psíquica, de un sentimiento de amor, por intermedio de una religiosidad. Así como diríamos de Leonardo Da Vinci, este hombre extraordinario tenía su religiosidad en la pintura; Beethoven su religiosidad estaba en el trecho que oímos de su Claro de luna, era ese espíritu mágico que podía describir la naturaleza, y que sin embargo en la sordez, que le impedía escuchar el mundo, llegaba a escribir la 9ª Sinfonía, absolutamente sordo, una de las obras más notables de la Humanidad.
Y así podemos decir la religión del arte, la religión espírita, que es constituida de una filosofía existencial, que explica qué somos, de dónde venimos, para dónde vamos, por qué sufrimos…?. ¿Quién no se ha peguntado hoy en día por qué yo sufro?, ¿por qué aquellos malos progresan y aquellos que son buenos no logran alcanzar sus metas?.
Yo leí un libro impresionante de un rabino judío de New York y es un libro pesimista. Él pregunta ¿por qué cosas malas acontecen a personas buenas?. Porque él tenía un hijo que era portador de un problema tremendo y el era un rabino justo, entonces concluía el libro de una manera trágica: No, Dios no se preocupa por nosotros, somos hormigas y Dios estableció leyes, y estas leyes son automáticas.
Tal vez si él tuviera oportunidad de leer ‘El Libro de los Espíritus’ en la cuestión número 1 sabría que ‘Dios es la inteligencia suprema, causa primera del Universo’. No es este ser que marcha delante de los ejércitos para defender una patria y destruir la otra. No es ese que bendice a uno y maltrata a los otros. No es un Dios parcial que condena a la criatura humana por toda la eternidad.
Yo tengo una hermana que se suicidó en el año 1939, yo era un muchacho de 12 años y recuerdo que fuimos con mi madre a la iglesia de la religión que profesábamos, el catolicismo, al que respeto profundamente. Entonces mi madre se dirigió al sacerdote para solicitarle una misa, del 7º día, por el alma de mi hermana. Y el sacerdote un tanto indiferente, casi profesional, le preguntó: – ¿Y de qué se ha muerto?. – Ella se suicidó, le contestó. – Pero, ¿cómo se atreve?, contestó el sacerdote, cómo viene a pedir la bendición de la iglesia para una suicida?. Ella está en el infierno señora, y no se puede hacer nada. Yo sentí el alma destrozarse, porque ya estábamos desesperados, y mi madre que era una mujer muy sencilla, analfabeta, le dio una clase de psicología profunda, que vine a entender muchos años después. Le dijo: – Padre, si Dios no perdona a su hija y la condena eternamente, yo lo detesto, porque yo soy la madre y la perdono. Nadie se mata porque quiere Padre, hay razones ocultas. Estaba ella hablando del trastorno depresivo bipolar de afectividad, sin saberlo. – Ella debería estar muy triste, melancólica, porque sufrió un golpe moral con su marido y optó por el suicidio, y aquí yo no vuelvo nunca más, porque no es un Dios es un monstruo. Yo me quedé escandalizado, Dios mío, ella iba a ser naturalmente excomulgada. Pero para mí era una bendición, porque si mi madre no iba a ir más a la iglesia, yo tampoco iría, porque yo tenia que ir a la misa, la misa de los pobres, a las 5 de la mañana, porque las de las 9 y de las 10 eran las misas más elegantes. Entonces yo le dije: – Madre, usted no volverá más a la iglesia. – No. – Entonces, yo también no iré?. – No, tú irás. Yo no, porque el problema es mío y de él, pero tu continuarás hasta el día en que yo pueda solucionar mi problema con él.
Se pasaron los años, me hice espiritista y cuando mi madre vino a vivir con nosotros en la capital de Bahía, y con mi papá, le dije: – Mamá nosotros tenemos el hábito de orar, de leer el Evangelio de Jesús, de estudiar las palabras de Jesús, porque el Espiritismo es una religión que nos explica todo, y ella muy seria me preguntó: – Y hay Dios en el Espiritismo?. – Es lógico, le dije, solamente hay un Dios. – Y el Dios del Espiritismo, perdona hijo?. – No mamá, no perdona. – Pero Di, cómo Dios no perdona?. – Él no perdona porque no detesta, para que haya perdón es necesario tener la enemistad, y Dios ama siempre, en cualquier situación, Él ama sin cesar por eso no perdona. Porque si tenemos un acto que es un desafío, una agresión a la ley, la ley Divina se encarga de ajusticiarnos, cómo: renaciendo, retornando al proscenio de la Tierra para poder rescatar el mal que nos hicimos a nosotros mismos. Nadie perjudica a nadie, el bien que se hace, hace bien, y el mal que se hace es un mal para él mismo.
Entonces esta mujer extraordinaria me tomó las manos y me dijo: – Di, enséñame a amar a ese Dios, un Dios que es totalmente amor. Y comenzamos a explicarle la grandiosidad de las leyes básicas del Espiritismo, la creencia en Dios como causa universal. Si a alguien le complace llamarlo la naturaleza, no es importante, importante es que hay una causa razonable, porque el azar no puede producir la perfección, el desequilibrio no puede producir el orden. Luego, la creencia en la inmortalidad del alma; en la multiplicidad de las existencias corporales o reencarnación; la comunicación espiritual, que es la prueba de que la vida continúa.
¿Cómo sabemos que la vida continúa?. Porque aquellos que eran considerados muertos han vuelto, lo han demostrado, como lo hiciera Charles Richet, premio Nobel de fisiología, en 40 años con 14 teorías científicas de la metapsíquica, probando que la vida continúa.
Desde la tesis de la criptomnesia a la tesis del fraude, es que Richet, William Croockes, César Lombroso, y los notables padres de la ciencia del siglo XIX y XX intentaron indagar si se trataba de una psicopatología, de un trastorno cerebral, de un momento de alucinación, de un efecto natural de la epilepsia o de la histeria, pero la mediumnidad demostró que los médiums somos ‘no normales’, somos ‘paranormales’. No somos anormales, porque poseemos ese sexto sentido al que se refirió Richet, esa percepción de una realidad intrapersonal. Paranormal.
En investigaciones realizadas más tarde por notables científicos de los siglos XIX, XX y ahora, en el siglo XXI, la continuidad de la vida es tan fascinante, que me permito proseguir con la historia de mi hermana.
Cuando mi madre estaba muriéndose, en el año de 1972, 33 años después, estaba yo a su lado, ella intubada, cuando con mucha dificultad me miró y me dijo: – Di, yo volveré, yo se que eso es verdad, después de mi muerte yo volveré para confirmártelo. Y yo le dije: – Mamá, no es necesario confirmarme, porque yo veo a los muertos, como usted ya sabe, me comunico con ellos, escribo, dialogo… Y ella me dijo: – Pero yo volveré. Muy emocionado le dije: – No vuelva mamá, su vida fue un calvario, fuimos pobres, toda su vida fue de abnegación, le pido que no vuelva. Mamá era una mujer bajita, y las bajitas son tremendas, las altas no, mucho trueno y poca lluvia; las pequeñitas ya comienzan lloviendo. Entonces esta mujer tremenda me miró y me dijo: – Tú quieres discutir con tu madre en la hora de mi muerte?. Entonces, ya ganó la discusión, me callé, y ella hizo un coma. Y cuatro o cinco horas después del coma, ella se despertó y me dijo: – Di, tu papá está aquí, Nair – mi hermana suicida- ella está diciéndome ven mamá, ayúdame porque sufro!. Treinta y tres años después de aquella decisión suicida, aún sufría. Porque el suicidio es un crimen hediondo delante de las leyes divinas, como la pedofilia, la pena de muerte, el suicidio se caracteriza como tenebroso, como tantos otros, la eutanasia, el aborto provocado, son crímenes en contra de la vida, nadie tiene derecho de matar a otro ser humano. En cuanto a los animales, la situación es diferente, quizás si es necesario por el mismo equilibrio de la Tierra. Entonces ella me dijo: – Volveré, y se marchó.
Yo la he visto al desencarnar, en todos los detalles, cómo fue desprendiéndose junto a su periespíritu, desde los pies, la forma en que lo hizo, hasta que se rompió el último ligamen, el del centro coronario, no el umbilical, como muchos dicen. Del centro coronario se deshizo un cordón de plata, y la he visto quedarse de pie.
Se pasaron los días, nueve días, y yo estaba en una ciudad del sur de Brasil dictando una conferencia sobre la inmortalidad del alma y en un momento cuando me doy vuelta, allí está ella, tan real como antes, lúcida, me tiende las manos y me dice: – Hijo he vuelto, como te había prometido. Yo me quedé parado, emocionado, y ella dijo: – Prosigue, habla de la inmortalidad, es el sentido de la vida. Y yo hable, hasta que al terminar muy emocionado la he visto.
Diez años después, retornando de un viaje desde los Estados Unidos, me vino la idea de ir a visitar a Chico Xavier, este notable paranormal, el más notable del siglo XX, médium incomparable, cristiano, el hombre llamado Amor, no se por qué me vino una añoranza y di una vuelta. Yo vivo en el nordeste del Brasil y fui al centro oeste.
Llegué, era un día miércoles, y en ese día él me mandó a decir que me esperaba por la noche, era un día que no tenía atendimiento público. Fui con mi anfitrión y comenzamos a charlar, a contar hechos, a narrar experiencias, cuando de repente me dice: – Divaldo, vamos a orar. Nos sentamos en una mesa enorme, él y su empelada doméstica, yo y mi amigo, con lapiceros, papeles, entonces oramos. En trance, yo comencé a escribir y él también. Cuando yo terminé, era un mensaje del Espíritu doctor Adolfo Becerra de Menezes para Chico. Me quedé avergonzado, pero tuve que leerla. Y cuando paré, Chico me dijo: – Divaldo, sabes de quién es el mensaje?, es de tu madre Doña Ana. Yo le dije: – No me digas. Y el dijo: – Sí, porque hoy es el día que se cumplen diez años de su desencarnación. Yo no me recordaba, de ninguna manera.
Cuando mi mamá estaba en la carne yo le decía: – Tú eres tan inteligente, que yo te enseño a leer y escribir en una semana. Y ella me contestaba: – Hijo, yo ya soy diplomada por la vida, en la universidad de la vida y no quiero poner confusión en mi cabeza.
En ese momento Chico comienza a leer: – Di, hijo querido, tú pretendías enseñarme a leer y a escribir… -y eso nadie lo sabía, era una cosa entre ella y yo-, y yo en estos años, me he recordado de las experiencias intelectuales de otras vidas, para escribirte esta carta. Eran 32 páginas y me hablaba de mis doce hermanos, nombre por nombre, en el orden en que nacieron, del más viejo hacia mí, que soy el último. Ha hablado de la psicología de cada quien, dile a Genesio, nuestro querido temperamental, dile a Fulano, cuyo carácter es tan fuerte, dile a Ildeth… Es curioso porque en portugués este nombre comienza con ‘h’ y termina en ‘t’, pero en mi hermana se escribía Ildeth, y así correcto lo escribió Chico.
Y también surgió un dato importante, me dijo que cuando llegó fue recibida por una amiga muy querida, que se murió el 7 de julio de 1932 en nuestra querida Feria de Santana. Todo lo que tenía el mensaje era verdad, que yo podía constatar, pero aquel dato no me era posible comprobar, yo estaría con cinco años cuando se murió esta amiga suya. Entonces, fui al Registro de óbitos para averiguar si ese dato era verdadero, y no lo encontré. No había nadie con ese nombre desde 1928 hasta 1934, examiné todos, con el auxilio de un asistente que el Alcalde, mi amigo, puso a mi lado.
Entonces, le pedí a un amigo que siguiera investigando, porque ese dato era fundamental, no podía Chico haberse equivocado. Mi amigo continuó por seis meses investigando y no podía encontrar el registro de esa muerte.
Hasta que un día mi amigo fuera de sí, me contó que dijo: – Doña Ana, ya que usted me creó este problema, a mí y a Divaldo, dígame dónde está el registro de la muerte de esta mujer. Y tuvo una iluminación, un momento de inspiración y él se recordó que en 1932 la ciudad de Feria de Santana era una provincia inmensa, y que en el año ’46 una ley dividió la provincia en otros municipios. Será que ella estuviera sepultada en un municipio que en aquel entonces era la ciudad?. Y tomó el mapa correspondiente al año 1932 y dijo voy a visitar a todos los municipios. Y fue a uno, y cuando llegó, tomó el libro de óbitos de la iglesia y allí estaba, vino sepultada acá la señora Fulana de tal, del centro de la ciudad, que no pudo enterrarse en el centro de la ciudad porque era protestante, no tenía derecho a tierra sagrada, entonces está sepultada en la bóveda número tal.
Sacamos una copia de la información para probar la realidad de este hecho parapsicológico, porque de este dato solamente sabía mi madre y la señora. Se la di a un amigo mío, científico, para que hiciera un estudio comprobando la inmortalidad del alma.
Pero lo más fascinante es que un poco después mi madre me dice: – Di, Nair se va a reencarnar, como dijiste, ella vendrá para reencarnarse, para reparar el crimen que se había practicado en contra de ella misma. Y yo le pregunté: – Pero dónde se reencarnará, aquí en Brasil?. – Sí. – Y dónde mamá?. – En Salvador, respondió, en nuestra ciudad y tú irás a encontrarla. Ella vendrá con las marcas del suicidio y no intentes una cirugía plástica para cambiar el destino.
Se pasaron dos años, un poquito más, cuando me llamó el portero de nuestra institución, que abarca un área muy grande, tenemos 58 edificios hoy, un área de 80.00 metros cuadrados, entonces me llamó el portero porque había llegado una señora afrodescendiente con algo cubierto. La señora temblaba, era una persona que vivía de la basura de la ciudad, y vino a pedir socorro porque su hijita estaba muriéndose. Cuando yo saqué la manta que la cubría, era un cadáver, no tenía fuerzas, la tomé y la llevé inmediatamente a nuestra clínica. Nosotros tenemos una policlínica a 20 metros de la salida, llamé a mi hijo médico y comenzamos a atenderla, aplicar suero a la señora, suero a la niña, y con un algodón mojado de leche comencé a pasar en sus labios, y ella de a poco fue pasando la lengua, y yo decía… qué cosa… – Señora, cómo es el nombre la niña?. Y la señora me dijo: – Pienso que voy a morirme, no abandone a la niña. – Eso está garantizado, ella será hija mía, tenga la seguridad. Ella me contestó: – Yo tuve un sueño, cuando estaba embarazada de mi primera experiencia sexual, tenía hambre y entonces me vendí para comer y me quedé embarazada. Me apareció una viejita, de cabellos blancos, llena de ternura y me dijo: Te voy a prestar a mi hija que se llama Nair, para que te encargues de ella, por eso es que la niña entonces se llama Nair.
Era el nombre de mi hermana, era la forma de mi madre en las palabras que había dicho en sueño a la mujer. Y en ese momento ví llegar a mi madre, que me dijo: – Ahí está, labio leporino bifocal, que es la marca del veneno que destruyó el periespíritu, el modelo organizador biológico.
Comenzamos a cuidar de la niña las 24 horas y ella se mejoró, la madre se mejoró, internamos a la niña, conseguimos un trabajo para la señora y la colocamos cerca de nosotros. Cuando tenía cinco años, tenía dificultades fónicas, yo estaba caminando cuñado ella gritó: – Di-Di…! Yo me quedé petrificado, la única persona en la Tierra que me llamó Di-Di, era mi hermana Nair, la única, entonces me paré, me volví y vino la africanita fea, pero linda, con el labio leporino, vino corriendo y saltó diciendo: – Di-Di…, cuántas añoranzas tengo de ti!. Porque mi hermana me amaba mucho. Entonces la estreché, me senté y le pregunté: – Por qué me llamaste Di-Di?. – Porque siempre te llamé Di-Di. Yo soy Nair. – Sí claro, dije, yo se que tú eres Nair. – No Di-Di…!, la otra…!. – Cuál otra?, le pregunté. – La otra, dijo, la que se murió. Entonces se acostó, se durmió y la retuve.
Cuando cumplió siete años, me preguntó: – Di-Di, yo iré a vivir mucho?. – No, será una vida corta para completar el período que tú tomaste de la ley. – Di-Dí, y yo voy a sufrir mucho?. – No, no, dije, serás inmensamente feliz. Súbitamente, dos semanas después tuvo una bronquitis que se transformó en una pulmonía galopante, se murió en 48 horas. La madre está todavía con nosotros, hasta hoy.
Se pasaron diez años y nuevamente mi madre se me presenta y me dice: – Di, Nair está de vuelta, pero ahora rescatada, completa, por la justicia de Dios que se llama Amor.
El Espiritismo vino a predicar la caridad, la única manera de encontrar nuestra dignidad humana, la única forma de encontrar nuestra realidad, esta realidad que somos, no la apariencia que tenemos, no la ilusión de Narciso, la ilusión de Maia, pero sí la realidad de Siddharta Gautama.
El Espiritismo es la respuesta de Dios a las interrogaciones de la Tierra, prometido por Jesús vino para que podamos cambiar el mundo, por intermedio del cambio de nosotros mismos. No podemos esperar que el mundo por sí solo cambie para mejor, pero él será mejor cuando cada quien se haga mejor y se trasforme para construir una sociedad feliz.
Entonces, decía Thomas Hart que la criatura humana ha perdido la dirección de Dios, estamos encontrando esa dirección de Dios en el Espiritismo, con la visión junguiana, la visión de que necesitamos de un sentido-objetivo para la vida y que nadie puede vivir si no tiene un sentido psicológico para la existencia.
¿Cuál es ese sentido psicológico?. Es amar, quien ama es feliz, quien desea ser amado es un niño psicológico, es una criatura maltratada, que aún vive su niñez de conflictos.
Estando en esta Institución, que tiene esta Casita de Amor, que se ha transformado en un verdadero nido de ternura, he visto a alguno de los niños, y todos los niños del mundo son iguales, cambian de nombre y de dirección, pero son iguales.
Después de haber visitado tantos países, de haber penetrado en organizaciones del primer mundo, y del mundo que no tiene rumbo, como en los países del África, Mozambique, Angola y otros, he visto la miseria, la muerte por hambre, que es algo terrible que debería avergonzar al mundo, como en África donde 3 millones de personas están condenadas a morirse, el hambre absoluto en Sudán y otros países con una sequía de más de 100 años, como nunca existió antes. Mientras tanto el mundo civilizado decreta en la ONU que es necesario ayudar y a la espera de este “necesario” están muriendo más de 10.000 niños por día, por absoluto hambre. Deberíamos tener vergüenza de nuestro narcisismo, de nuestra indiferencia.
Y entonces, vienen los Espíritus a invitarnos a la vivencia del Evangelio de Jesús, a traer a estos niños a un comedor, como una atracción para prepararlos para enfrentar la vida.
Estamos en un momento cumbre de nuestra evolución, mucha ciencia y poco amor. La ciencia nos ilumina la mente, el amor dulcifica el corazón. La ciencia es un ala, es necesario tener la otra para volar con sabiduría, la síntesis del conocimiento con el sentimiento. Y eso a todos nosotros nos interesa…
¿Qué podemos hacer?. Amar… es tan fácil amar. Alguien me preguntó: ¿cómo puedo amar?, amando más a quien ya amas. Es fácil amar un poquito más a quien ya se ama. Decirle yo te amo, no tener vergüenza de decir que se ama y comenzar a desarrollar este sentimiento de ternura, aprender a sonreír.
La verdadera salud integral es ese estado psíquico-emocional-orgánico y socio-económico como define la Organización Mundial de la Salud. Entones hagamos una cruzada, yo los invito a esta cruzada de amor, si acaso les gustaría darle otro nombre, qué importa, lo esencial no es la denominación, sino el acto de poder amar, hasta un día en que nosotros entendamos que tenemos un papel que desempeñar en nuestra sociedad, no podemos cruzar los brazos y decir soy indiferente, porque el crimen, la violencia que nos miran, la depresión que no elige a este en detrimento de aquel, el disturbio o el síndrome del pánico, las enfermedades degenerativas, hacen parte de nuestra vida, como dijera el esclavo a Siddharta Gaudama, un alfiler si está contaminado puede quitar la vida.
Hagamos una cruzada de amor, de ternura, la criatura humana necesita de amistad, de una sonrisa, un apretón de manos, un abrazo, una palabra de bondad pueden cambiar completamente la vida.
Pero vivimos un momento de tanta inquietud, de tanto sufrimiento. Al revés de reclamar, de quejarnos, miremos cuánto tenemos para agradecer y mientras tanto no valoramos. Digamos así entonces…
Señor yo gustaría de decirte que amo la vida, que para mí es bella y consentida…
Muchísimas gracias señor por la mirada mía, que me permite ver la tierra, el cielo y el mar, y contemplar las flores con todos sus colores, gracias porque puedo contemplar.
Pero delante de mi mirada detecto a los ciegos, que no pueden mirar, que andan en la oscuridad, que sufren, abandonados en la soledad. Por ellos yo oro, y tengo seguridad de que en la otra vida volverán a mirar…
Gracias por los oídos míos, que me fueron donados por Dios, oídos que oyen la música del cancionero, la música de los inmortales que se oyen una vez y no se olvidan nunca más, oídos que oyen la melodía de la naturaleza, el sufrimiento del pueblo. Pero delante de los oídos míos, yo detecto a los sordos que no pueden escuchar y oro por ellos, tengo la certeza que después de este sufrir, en el otro existir, volverán a escuchar…
Gracias por mi voz y por su voz, por la voz que ama, que canta, que enseña, que alfabetiza, que canta una canción, por la voz que presenta la vida, que murmura la ternura, gracias porque puedo hablar. Pero delante de mi alegría yo encuentro en la tierra a los que sufren de afasia, no cantan de noche, no hablan de día, yo oro por ellos, porque yo se que después de esta vida, en la otra vida, volverán a cantar…
Gracias por mis manos, manos que abrazan, manos de ternura, manos que libertan de las amarguras, manos de los adioses, manos que aprietan manos, manos de sinfonías, psicografías, de poesías, de cirugías, manos que limpian el sudor del sufrimiento, que atienden a la vejez, manos que en el seno mantienen el cuerpo de un hijo ajeno…
Y por los pies, que me llevan a caminar sin reclamar, gracias señor porque yo puedo caminar, delante de mi cuerpo perfecto yo miro en la tierra a los estropeados, a aquellos que están atormentados de esos cuerpos amputados, y yo se que después de esta expiación, en la otra reencarnación ellos también bailarán…
Muchísimas gracias por mi hogar, es tan maravilloso tener un hogar, aunque ese hogar no sea tan importante como una mansión, o que es una villa miseria, un apartamento de lujo, un duplex, o un nido, una casa en el camino, sea lo que sea, pero que adentro haya la presencia del amor, amor de madre o de padre, de marido, de mujer, de hijo, la presencia de un amigo, de alguien que me tienda la mano, porque es tan terrible vivir en la soledad, por lo menos tener un perro para acompañarme, porque si yo no tengo nada ni a nadie, ni un techo para cubrirme ni una cama para acostarme, ni así reclamaré. Al contrario te diré, Señor muchísimas gracias porque nací, gracias porque creo en ti, por tu amor…
Por su atención… muchísimas gracias…”.
Sociedad Espírita “Te Perdono”.
La Plata, 3 de septiembre de 2011