¿Podríamos imaginar un árbol vivo sin nutrientes? ¿Podríamos pensar, acaso, que esas hojas o esas ramas, son capaces de sobrevivir si no son alimentadas adecuadamente?
Claro que no.
Los seres vivos necesitan para su propio progreso alimentarse. Y aquí asoma una particularidad que hace distinto, de algún modo, al ser humano dentro de la especie “seres vivos”, necesita alimento también para el alma.
Uno de los nutrientes más poderosos que se constituye en alimento ineludible tiene una denominación particular, ese alimento se llama “oportunidad”.
Ese sustento vital para el alma es la oportunidad.
La oportunidad es una rueda que gira. Todos nosotros estamos donde estamos, o tenemos lo que tenemos porque alguien en algún momento nos dio una oportunidad, a lo mejor más de una…
¿Qué seríamos si no nos hubiesen dado, al menos, una oportunidad? ¿Y si nuestros hermanos humanos no llegaran a recibir ese alimento puntualmente?
Seríamos como ese árbol cuyas ramas, hojas o brotes no lucen, un árbol que estaría incompleto, se lo vería ralo, con una vida casi, casi, de poco sentido. No daría sombra suficiente, como alimento a otras especies no sería tan proteico, su resistencia a los vientos sería casi nula y todo por una alimentación deficiente.
Algo similar sucede con un ser humano que no tuvo oportunidades.
¿Qué necesitamos tener para brindar oportunidades?
Simplemente necesitamos querer brindar oportunidades.
Hemos observado detenidamente a cientos de chiquitos que mientras pintan una figura impresa, o juegan al ajedrez, o ensayan una letra musical, piensan y lo comparten, sueñan con ser médicos, con ser abogados, enfermeros, maestras, cocineros, dentistas, lo desean con el alma y lo dicen. Cuando están pintando están sintiendo esa posibilidad y sus cerebros se iluminan con la ilusión de poder ser esto que nos cuentan.
Mientras están pintando, aprovechando esta simple oportunidad de pintar, piensan y mientras lo están haciendo, la ilusión de llegar un día a ser eso que sueñan, les cambia el sentido de la vida. Imaginemos ahora esas vidas si además podemos abrir la oportunidad para que ese deseo se concrete.
Todo puede nacer a partir de una pequeña oportunidad, algo muy simple puede ser suficiente para que se desate una serie consecuente de pensamientos, sentimientos, afectos, ilusiones, ideas, proyectos nacidos de esa pequeñísima circunstancia.
Claro que también la oportunidad podrá ser facilitarles el colegio secundario, la universidad, un trabajo digno…
Es la oportunidad el alimento central, epicentro del progreso de todo ser humano.
Una noble oportunidad, se brinde donde se brinde, cual potente disparador de alegrías, estará alimentando en cada mujer y en cada hombre, inevitablemente, la concreta posibilidad de desarrollarse, de ser feliz, de sentirse valorado. Así de simple, así de sencillo, así de profundo.
Raúl Kasiztky
Sociedad Espírita “Te perdono”
Centro Educativo Integral “Camino a la Casita”