Una herida es una ruptura o abertura en la piel y, como esta protege al cuerpo de bacterias, gérmenes y microbios, al abrirse, todos ellos pueden ingresar causando así infecciones o enfermedades de diferentes características.
Las heridas sanan por etapas. Cuanto más pequeña sea, más rápidamente sanará. Cuanto más grande o más profunda, más tiempo podrá tardar su curación.
Si la herida llegara a sangrar, al cabo de unos minutos la hemorragia podrá detenerse producto de la coagulación. Los coágulos de sangre al secarse formarán una costra protectora, el sistema inmunitario entrará en acción, la sangre llevará oxígeno y nutrientes a la herida, y los glóbulos blancos ayudarán a combatir las infecciones que las bacterias pudieran provocar. Así un nuevo tejido comenzará a desarrollarse, una nueva piel se irá formando sobre el tejido dañado, los bordes irán hacia adentro y la herida será cada vez más pequeña, se formará una cicatriz porque la piel abierta se fue cerrando. Después la costra caerá.
La cicatriz que se forme será más pequeña que la herida original, y puede suceder que con el tiempo se desvanezca, aunque no siempre desaparecerá, y cuanto más profunda haya sido, será más probable que deje una cicatriz más elocuente.
Las heridas en el alma tienen un proceso diferente, pero a la vez parecido.
Sea cual sea la causa de su aparición, las horas irán pasando, muy lentas al principio, pero aligerándose después, y de acuerdo a la profundidad de la herida en el alma, con el tiempo se transformará en un recuerdo-cicatriz que podrá traducirse en una anécdota más o menos triste, o incluso en una marca que necesite de varias ‘cirugías emocionales’ para poder ser sobrellevada de algún modo.
Sin embargo, es posible que después de su irrupción el ser racional pueda formar una armadura protectora de daños futuros, para que el sistema inmunológico en las emociones se fortalezca y, en función de su equilibrio, construir una barrera capaz de detener miasmas morales que puedan producirle más daño.
Las diferentes batallas que la vida nos propone, de las que puedan quedar heridas en el alma, nos inducen imperiosas a la necesidad de encontrar mecanismos que nos fortalezcan espiritualmente para hacer posible esta realidad sanadora que venimos describiendo.
Conscientes que los tiempos son llegados, urge para que encontremos la inteligente manera, plegaria mediante, solidaridad mediante, de conseguir que aquello que nos lastima y pugna por salir de nuestro interior, tenga la puerta abierta hacia su liberación, sin más resistencias que hieran y que necesiten de otras cicatrices sanadoras.
Son momentos ideales para dejar de sufrir siempre por lo mismo, al menos si de nosotros depende.
Raúl Kasiztky
Sociedad Espírita “Te perdono”
Centro Educativo Integral “Camino a la Casita”