De la ley nadie huye…

Hemos oído decir con singular acierto que somos los artífices de nuestro propio destino, una universalidad que envuelve a cada habitante del planeta.

Como hacedores de porvenir que somos, entonces, cada decisión cuenta.

Descartando de plano la idea del azar, así como de la buena o mala suerte, inexorable la vida nos ubica de frente a la responsabilidad, exigiendo silenciosa que nos hagamos cargo de nuestros actos y de nuestras omisiones, y como una de las alternativas por todo aquello que seamos capaces de conseguir, también nos propone la felicidad.

Los principios Universales, a veces disimulados, mas siempre existentes, nítidos nos dibujan la realidad de recolectores de varias siembras para las cuales no siempre  estuvimos del todo atentos, y hoy presentes en nuestra mesa de la vida, para sorpresa,  nos anuncian su presencia ineludible.

Siembras o causas, recolección o efectos, íntegra y natural Ley de Causas y Efectos. Entendido así, resulta ser la suerte simplemente una excusa de los que fracasan. Nuestra ciencia Espírita, filosófica y religiosamente, nos estimula e impulsa a engendrar motivos de alegría y felicidad, dejándonos bien en claro que los mismos están al alcance de cualquier noble voluntad.

¿Qué sucede con aquellos actos o actitudes tan nuestros como nuestros sentidos, que depararán consecuencias poco felices en este juego sagrado de sembrar y recoger? ¿Cómo enfrentar esas derivaciones para que no ramifiquen y generen más angustias? Aquí la religión o religiones tendrán la palabra.

La terapia por excelencia, cuando el yerro se nos hace consciente, se integra con el arrepentimiento que nos inducirá a frenar, para que el saldo moroso no nos represente una liquidación impagable. Será este arrepentimiento una  fuerza de voluntad necesaria y suficiente que nos inspire el coraje que necesitaremos para enfrentar la propia responsabilidad, bajo certeza, claro, que seremos libres finalmente. Libres…

Sabiamente en una obra magistral, “Entre la Tierra y el Cielo”, el instructor Clarêncio dice a André Luiz, en un acto de manifiesta humildad y conociendo en detalle minucioso aquello de lo que estaba hablando: “De la Ley nadie huye…”, fijando un principio liberador y redentor como pocos, invitándonos al más íntimo de los diálogos, el que nos debemos a nosotros mismos.

Todo aquello que hoy nos afecta, también hoy nos libera.

Es posible que todavía no nademos en aguas cristalinas, pero nadaremos. No será por los gobiernos, y sí por los autogobiernos.

La paz es el camino y la caridad la más sublime de las virtudes que nos hará salvos, sanos y fuertes, aunque la vista se nuble y el corazón se resienta un poco, porque cualquier lucha contra la indiferencia y el desamor darán siempre verdadero sentido a nuestras vidas.

La sonrisa que agradece por el dolor que se cura, es Jesús volviéndose niña o niño, hombre o mujer, revelando a cada paso, en respuesta a nuestras siembras, que Él permanece a nuestro lado…

Raúl Kasiztky

Sociedad Espírita “Te perdono”

Centro Educativo Integral “Camino a la Casita”